miércoles, 21 de abril de 2010

Nick Drake - Pink Moon

(Island, 1972)

La introspectiva técnica vocal e instrumental del fallecido co

mpositor británico Nick Drake pone en evidencia, a través de Pink Moon, la más pura experiencia de tristeza y espacios vacíos. Quedando plasmada para siempre en este tercer y último disco, grabado en sólo dos sesiones nocturnas durante un otoño londinense de 1971 y que darán forma, unos años más tarde, a una ya aceptada e imprescindible obra musical.

La sencillez para emocionar del influyente Nick deja de lado las pretensiones musicales, y a tres años de su muerte nos deja sentirlo como un amigo, íntimo y cercano. Con sólo una guitarra acústica, su voz tenue y un piano en el primer track, Nicholas Rodney (su verdadero nombre) se las arregla para ensamblar bellas melodías, que al final del camino, visto todo el paisaje recorrido, parecen ser un solo cuadro. Dando cuenta de lo fructífero que puede resultar la catarsis creativa conocida en el mundo real como depresión.


Una de las características más notables del disco y su factura técnica es una particular vibración de cuerdas y diapasón, dándole un aire lo-fi entrañable, cercano a una fogata invernal en la soledad más completa. Temas como “Pink Moon”, y la bella “Place to Be” abren para nosotros un cálido camino a reencontrarse con la felicidad perdida. Así también los matices rítmicos que explotan temas como “Know”, “Road” y “Ride” no exceden, sino más bien redondean el disco, siendo esta última pieza una de esas que queda en los oídos por culpa de su traviesa combinación de guitarra y voz.

Finalmente, sin duda alguna, la mayor muestra del juego simpleza/emotividad se la lleva “Horn”, que por medio de un punteo de humildad extrema, parece decirnos cosas que sólo Nick supo ese par de noches, en la oscuridad del estudio. Ejemplo de la delicadeza en la conexión de cada tema, y esta frágil y triste aventura. Para hacerla propia por media hora y volver a sonreír.


Rolando Inostroza

domingo, 18 de abril de 2010

Baroness - Blue Record


(Relapse, 2009)

Al primer ingreso auditivo, Blue Record funciona como una máquina de riffs crudos, gruñidos y variaciones instrumentales de alto calibre. Durante sus 44 minutos es posible percibir una profundidad sonora notable, que sofoca mediante bajos y guitarras afinadas dos tonos más abajo, donde se saca provecho desde el cristalino arpegio hasta un fuzz descarado.

El cuarteto oriundo de Savannah, Georgia, irrumpe con una fórmula que da espacios a la calma y a la sensación de desolación completa, creando una experiencia gratificante que no necesita de mucha paciencia, es sólo un “dejarse llevar”. La energía existente en cada tema de este segundo LP lleva a un nivel heroico cada pasaje de brutalidad y delicadeza, que necesitan ser repetidos una y otra vez.

Toda esta carga de metal progresivo, de estructura compleja y cambios de ritmo constante nos recuerda a los notables Mastodon, con quienes han compartido escenario más de una vez. También encontramos mucho de Gojira, The Ocean e Isis en su sonido. Siendo estos últimos parte del Australian Soundwave Festival, donde Baroness desplegó todo su arsenal este año.

En Blue Record existe ese juego divertido de volver a escuchar cada track, para encontrar los detalles que se nos pasaron la última vez. Tiene la brutalidad y texturas precisas para hacerlo una masa compacta de rayos, truenos y mareas. Así lo demuestran temas como “The Sweetest Curse”, “Jake Leg” o "A Horse Called Golgotha", que parecen arder y consumirse a voluntad propia, con una batería implacable a la hora de poner orden en la casa. En el otro extremo existen las pausas, los relevos de energía que generan la sensación de amplitud y siglos de duración. Siglos que parecen batallas épicas. "Steel That Sleeps the Eye" y "Ogeechee Hymnal" son ejemplos de esto.

Toda esta fusión de elementos tienen cierto crédito en la labor del productor John Congleton (The Roots, Explosions in the Sky, Black Mountain, The Polyphonic Spree) quien nos cuenta que la densidad también puede ser amigable. El trabajo anterior de Congleton con sonidos más cercanos a la línea del rock ambiental, instrumental y el indie (recientemente trabajó con St. Vincent en su disco Actor, bastante valorado por los medios especializados) revela cómo se logra esa conexión con Blue Record en base a una dieta de silencios, estruendos y meticulosos arreglos.

Dato Rosa (ni tan rosa): al igual que en su anterior long play, llamado Red Album, el arte del disco, está a cargo de su vocalista, guitarrista y pianista John Dyer Baizley. Un tipo que lleva varios trabajos para camisetas de bandas como Kylesa, Pig Destroyer, Darkest Hour, The Famine, Daughters, Skeletonwitch, Vitamin X, Flight of the Conchords, entre otros. También realiza un trabajo de arte para la revista mensual Guitar World.

http://www.myspace.com/yourbaroness

Rolando Inostroza