jueves, 19 de mayo de 2011

Adanowsky: "No soy mamón que se cree la gran estrella"

El carismático Adanowsky estuvo de paso por nuestro país, descansando, divirtiéndose y aprontándose para lo que vendrá en junio, donde actuará como plato de fondo para el ciclo “Fête de la Musique”. Nos habló de sus personajes, su pasado y presente en México. Un paso más adentro del alma de “Amador”, la cara sensible del multifacético artista.

Por Rolando Inostroza
Fotos: Javiera Tapia

Hace frío y Adán Jodorowsky, más conocido como Adanowsky, nos recibe en la casa de su querido amigo Cosmo Gonik. Nos hace entrar rápido y propone cerrar las ventanas para no congelarnos. Manteniendo la apariencia y compostura que uno esperaría al imaginar al rockero de antaño, el personaje existente en sus canciones se ablanda y baja a tierra. Tratando de encender la estufa de pared durante quince minutos, contorsionándose mientras presiona el mechero en una posición imposible, demuestra su gentileza y sencillez. Aunque suene cliché, no pasaríamos frío junto a Adanowsky.

“Tenía ganas de tomarme unas vacaciones, llego acá y me encuentro con una especie de manager, conciertos, la embajada de Francia me propone fechas en junio. Chile quiere que vuelva parece”, explica, con un tono “amexicanado”, que ahora suena a una mezcla del mundo mismo hablando.

¿En qué estado vuelve Adanowsky?

Si vuelvo quiero hacerlo de forma más grande que antes. Han pasado dos años y muchas cosas, empecé a vivir en México y en Los Angeles, hice mi nuevo disco, grabé videos, películas. Ahora es súper diferente a la primera vez que vine, cuando estaba empezando. Chile fue el primer país de Latinoamérica que visité.

¿Qué recuerdas de ese paso por Chile durante el 2008?

Recuerdo que llegué aquí y habían lanzado la canción “Estoy Mal” y se llenaron las salas, cantaban la canción y para mí era una sorpresa. Me impactó y por eso traduje todo mi disco “Étoile Éternelle” (2006) al español. Lo saqué en España, México, Argentina y me fue bien. Entonces, gracias Chile estoy haciendo todo esto.

Una de las fechas que más se recuerda es aquella del viernes 12 de diciembre del 2008. Lleno total en el desparecido local Kubix y Adanowsky junto a su banda Gush hacían explotar al público del lugar. Con una propuesta totalmente teatral y casi 2 horas y media de show que dieron que hablar.

“Con los músicos lo conversábamos: ‘¿te acuerdas de ese concierto en Cubix donde nos lanzamos en el público y las muchachas nos arrancaban los calzones?’ Estaban histéricas. Se volvían locas. Alucinante”, recuerda.

Se te esperó por mucho tiempo luego de eso ¿por qué no viniste antes?

Me dieron ganas de volver, pero nunca pude. Por presupuesto y porque mi disco no había salido acá. Además, me empezó a ir muy bien en México y me dijeron “si no vives en México, vas a echar a perder tu carrera, tienes que estar acá”. Me puse a vivir ahí, hice bien, es el centro de Latinoamérica para la música. También encontré un sello en Estados Unidos (Everloving), y ahora traduje el disco en inglés, lo estoy grabando y creo que en septiembre estará saliendo.

Te vas expandiendo como la espuma, ¿qué te motiva?

Antes quería sacar un disco, luego quería cantar en Francia, después España, luego Latinoamérica, ahora Estados Unidos. Esto está como creciendo y en realidad es la ambición. Es entusiasmo y ambición, el artista tiene que ser así. Lo que quiero yo es algo muy grande y no es que sea pretencioso. Tengo ganas de dar algo, por eso la ambición.

¿Has escuchado algo de música chilena últimamente?

No, pero en México conocí a Los Bunkers, simpatizamos, los vi y tocaron muy bien, mejor que algunas bandas mexicanas. Bandas chilenas no conozco mucho, pero me tocó conocer al vocalista de Los Prisioneros, a Jorge González. Fuimos a comer, es muy simpático.

¿Qué estás escuchando últimamente?

Estoy escuchando Betty Davis. Ella me encanta. Ando con harta música etíope y de Bollywood, en el avión escuché sólo cosas así. Mucho folk por estos días también. Dylan y Nick Drake. A ellos los escuché mucho cuando hice el último disco, también había salido el disco de los Fleet Foxes y estaba pegadísimo, para mí fue increíble verlos tocar en vivo.

¿Te has impregnado con algo de la música de Latinoamérica?

Al estar viajando tanto comencé a adquirir gustos más latinos. Antes, mi cultura musical era francesa o inglesa, y de pronto me encuentro con los Café Tacuba, con Jorge González, con los Molotov, me logro contactar con Calamaro y después Cerati me sigue en su Twitter. Ahí se me abrió el mercado latino, y eso hace dos años. Soy muy reciente en esto de la música de acá.



AUTOGRAFIAR TETAS


¿Piensas volver a Europa en algún momento?

Sólo España. Ucrania también se me abrió. Pero Francia no, allá se me rechazó y ahora me llaman mucho para que saque un disco allá, que toque, que vaya de gira. Ahora, como me fue bien en otros países, dicen: “quizás la cagamos”. Quieren ver antes que algo funciona y luego sacarle provecho. Siempre es así y es ridículo. Sufrí tanto en Francia que no quiero volver. No tengo ganas.

¿Cómo ha sido vivir en México?

Magnífico. Hace un año que vivo allá y hay una energía alucinante. Como es muy caótico y hay mucha pobreza, mucha riqueza, entonces la gente quiere hacer cosas y son muy activos, te abren las puertas. Algo así pasa con Chile. Volví y noté un gran cambio. La gente está mucho más activa y se abrió un poco al mundo. Se están haciendo proyectos, es interesante lo que está pasando. En la vida diaria, el trabajo, la música, todo en general.

¿Qué tal estuvo tu presentación en el Vive Latino allá? ¿Cómo fue la energía que recibiste?

Eran 20 mil personas y fue alucinante. Recuerdo que estaba en mi camerino, llamando a los dioses (cosa que acostumbro a hacer). Estaba llamando a cada dios, incorporando a cada santo y luego en el escenario me lancé, así de simple. El público de México es el mejor del mundo, se entregan de manera muy grande. Ahora que viví la fama, los fans, firmar tetas, firmar bragas, sillas de rueda y todo eso, te focalizas en otra cosa, ya que cumpliste con tu sueño de adolescente. Ahora es sólo el placer de crear. Disfruto mucho más escribir una canción que antes.

¿Qué necesita la escena musical chilena para tener la potencia de la mexicana?

Lo que pasa en México es que hay tanta gente que todavía se compran algunos discos. Yo llegué a estar Top 10 en ventas allá cuando salió “Amador”. Además ahora están utilizando un método en el que lanzan sencillo por sencillo cada mes, y a final de año lanzan una compilación, como en los años 60’. Es interesante, porque te concentras en hacer una buena canción.



A VECES HAY QUE SABER PERDER

¿Qué podemos esperar de los shows que vienen en junio?

Ahora mi show es Adanowsky & The Red Pants, una banda mexicana. Son un grupo alucinante, tan buenos como Gush, con quienes vine anteriormente. Ellos están en Francia, sacaron un disco allá y les va muy bien. Haré una gira por Chile, espero pasar por Valparaíso, Concepción y algo más. Luego, Argentina. Lo que sí está confirmado es el 17 de junio en Amanda, en la “Fête de la Musique”, junto a Gaëtan Roussel, Mademoiselle K y Féfé.

¿Tocarán temas de la época de “El Ídolo”?

Sí, a veces resucita.

¿Con el mismo espíritu?

Sí, el show es muy prendido. Hay algunas baladas, pero es súper rockero. De hecho agregué una guitarra más para que la gente no se quede dormida.

¿El aspecto teatral sigue siendo parte importante?

Muy importante. Más que antes. Voy hacia algo más grande. En el disco estoy muy en la íntima, pero en el escenario quiero divertirme.

¿Has estado trabajando en algún otro proyecto
paralelo?

Escribiendo una obra de teatro, unos cuentos y una película sobre la muerte de Amador. Estoy trabajando con el director francés Jan Kounen, el que hizo “Dobermann”. Él va a dirigir un documental ficticio y concierto, la estamos preparando como proyecto grande.

¿Has trabajado también de productor?

Sí, produje mi gira en el 2009 en Latinoamérica y España. Pero soy pésimo productor. ¿Cómo saqué mi disco en el mercado latino? Es que invertí, en realidad. Me decían: “nadie te conoce, no se van a llenar las salas”, yo dije: “no importa, si pierdo todo mi dinero qué más da, lo recuperaré un día”. Entonces pasó eso, perdí todo mi dinero, no gané nada. Los músicos ganaron más que yo e incluso hubo gente que no me pagó, no fueron honestos. Pero al final me sirvió, porque encontré disquera en cada país y, gracias a mi pérdida, hoy me reciben con los brazos abiertos en todos esos lugares, incluido Chile.



VIDA Y MUERTE DE UNO MISMO

La propuesta de Adanowsky tiene un contexto, una historia. Su primer personaje “El Ídolo”, es aquel que se escucha en sus dos primeros discos, “Étoile Éternelle” (2006) y “El Ídolo” (2008), un ardiente frontman que goza de la vida de cabaret y para el que todo es fiesta. Es en esta segunda etapa donde todo cambia, con el disco “Amador” (2010) sale a la luz la sensibilidad, el romanticismo. Pero todo tiene su precio, para que uno nazca, el otro debe perecer.

¿Por qué tenía que morir El Ídolo?

No me gusta quedarme en un personaje cada vez. Si me quedaba en El Ídolo la gente que se hubiese cansado y olvidado. Además, es un personaje, no puedo estar siempre en lo mismo.

¿Necesitas de personajes para poder hacer música?

Para este proyecto, sí. Es una trilogía, estoy en la segunda etapa y cada personaje en realidad es una parte mía que se está expresando. Utilizo eso para mostrar algo que hay en mí, es un arte terapéutico.

Pero ese cambio lo deriva algo ¿qué transforma a El Ídolo en Amador?

Desde un principio sabía que iba a matar a este personaje. Pero no sabía lo que venía después, sólo sabía que El Ídolo es como Jesucristo, sabía que iba a resucitar cada cierto tiempo (como en los shows). En ese período ya me encontraba componiendo las canciones actuales, sólo me faltaba el nombre.

¿Cuál es el motor que mueve tus actuales composiciones?

Ahora no te puedo decir que tipo de canciones estoy haciendo. Como es un secreto el próximo disco, no puedo decir nada. Para “Amador”, acababa de separarme de una muchacha, sentía que estaba en otra cosa. Ella era una mujer que bebía y se drogaba mucho. Mi madre bebía también, era alcohólica, tengo un hermano que se murió también. Era demasiado todo eso en mi vida. Ahora no fumo, no bebo, no me drogo. Tuve experiencias de todos tipos, pero decidí ya no más con todo eso. Es por eso que este disco trae una energía totalmente distinta, me puse a trabajar cosas en mí, a arreglar mi pasado. Este segundo disco habla de esa etapa de mi vida, de sanación.



LECCIONES DE VIDA

Existe un Adán antes de Adanowsky. Involucrado con el arte desde pequeño por su fructífera raíz familiar, a los 6 años ya tocaba piano, a los 14 se involucró con la guitarra, el bajo y la batería. Camino directo al punk, que lo llevó a integrar su primera banda, The Hellboys, donde ofició de bajista.

¿Cuánto hay en ti de ese bajista que tocó en The Hellboys en 1995?

Siempre lo recuerdo con mucha emoción. El cantante de la banda era mi gran amigo y se murió por culpa de la heroína, el 2005. Él y The Hellboys siempre están presentes. Soy muy rockero en lo que escucho y todo ese período fue una escuela para mí. Me enseñó a canalizar y a utilizar toda mi energía en el escenario. Era muy explosivo.

Una de las experiencias importantes para ti en esa época fue abrir para Joe Strummer, cuando tocaba en The Mescaleros ¿Qué tal estuvo eso?

Abrimos tres veces para ellos en París. Joe Strummer se acercó y nos felicitó mucho, ahí me dijo:“sabes, tienes que tener mucha ambición y nunca sueltes. El mundo está podrido y va a querer moldearte, no los escuches nunca, sigue tu camino. Aunque te vaya mal, sigue adelante”. Fue algo que me quedó en la cabeza, me marcó mucho.

Acá en Chile, las carencias son grandes para los músicos y los recursos son escasos, ¿qué consejo le darías a quienes están emprendiendo ese mismo camino del que hablaba Strummer?

Para mí fue exactamente igual. Nosotros cargábamos los amplificadores, pagábamos las grabaciones, compartíamos el dinero en una caja (el que ganábamos con las camisetas que vendíamos) para poder grabar otras canciones. Era muy difícil, las disqueras no nos querían por el tipo de música que tocábamos. Fueron nueve años totalmente underground. El último año solamente, por una moda rocanrol en París, comenzamos a tocar en un club y se llenaba de jóvenes de 15 años. Ellos vestidos muy al estilo mod de los 60’ y nosotros en piel de leopardo. Éramos como los padrinos, pero luego se murió el cantante y acabó todo. Aun así fue genial, hice muchos conciertos. Todos apretados en la furgoneta, tres en una cama, era así. Lo viví y todavía me siento como uno de ellos. No soy un mamón que se cree la gran estrella y que cree que es un gran músico. Si hay que cargar amplificador o cajas, lo hago y qué más da. No soy mamón.